La ultima cabina /1992
Cine Cervantes / Función Rotativa
Durante el invierno de 1992, visite periódicamente la cabina de proyecciones del tradicional y antiguo Cine Cervantes de mi ciudad natal, Valdivia. Para realizar un ensayo fotográfico sobre este particular espacio y retratar su ambiente y las dinámicas de quien fuera el último proyeccionista que tuvo este antiguo cine, Don Heriberto Vargas, que con su particular amabilidad y modestia me recibió en su espacio de trabajo y me permitió hurgar con mi cámara.
En aquel entonces, la fotografía era análoga y las dificultades técnicas eran grandes por la baja intensidad de los tubos fluorescentes que tímidamente iluminaban la habitación.
El proyeccionista siempre solitario, pasaba largas horas en compañía de sus dos antiguas máquinas proyectoras que usaban un arcaico, pero eficaz método de iluminación. Una Lámpara de arco de carbón, dos barras de grafito, separadas a corta distancia, eran conectadas a los polos de una fuente de tensión haciendo saltar entre ellas un arco eléctrico que generaba una potente iluminación, con la cual se proyectaba la película (ver barras de grafito sobre una mesa en foto 4). Cuando las barras se gastaban, bajaba la intensidad de la proyección y la pantalla del cine se oscurecía, generando entre los espectadores toda clase de reclamos y abucheos contra el proyeccionista. Lo mismo sucedía cuando la película se cortaba producto del exceso de tensión en el rollo y se interrumpía la entretención. Entonces había que buscar el fotograma del corte (foto ) y luego pegar la cinta de película con acetona, la cual ablandaba la gelatina del celuloide y luego se secaba permitiendo así unir la cinta. (foto2). La función comenzaba a las 14 hrs. en punto y eran funciones rotativas de dos películas, las cuales generalmente terminaban de ser proyectadas, pasadas las 12 de la noche. A veces sólo había una persona en el cine (foto3) e igualmente la película se exhibía. Al concluir la proyección de cada rollo de película, había que rebobinarlo manualmente para volver al inicio de la cinta (fotos 5 y 6). Un film se componía de 2 o más rollos, según su duración total ( fotos 9/12/16) y para dar continuidad al espectáculo, había que sincronizar los dos proyectores para que al terminar un rollo se iniciara el otro en el segundo proyector (/fotos 7 y 13) . Situación que pasaba desapercibida para el público que podía disfrutar la mayoría de las veces de una proyección continua sin baches.
La habitación era húmeda y olía a parafina de un viejo calentador que apenas calentaba. Entre las latas de película se divisa un paraguas (foto 15), eran días de frío y lluvia y muchas veces Don heriberto debía permanecer con la ropa mojada durante toda su jornada, para luego retirarse a altas horas de la noche en su bicicleta.
Se observan elementos de tiempos más antiguos en la cabina, como un panel eléctrico de tapones de loza, un espejo ovalado con marco de madera y unos viejos muebles de sonido RCA. Escenario cotidiano de los momentos de trabajo de este proyeccionista valdiviano que sentado en una solitaria butaca de cine a un costado de los proyectores, esperaba pacientemente el momento de cambiar de rollo (foto 10).
El ensayo original constaba de aproximadamente 40 fotografías de las cuales lamentablemente solo sobrevivieron al tiempo los negativos de 16 de ellas (el resto se extravió). Suficientes como hacernos una idea de la poesía y atmósfera de ese espacio tan especial y del momento en que estas fotos fueron capturadas.
La exposición original fue realizada en la Sala Ainilebu de la Corporación Cultural Municipal en la primavera de 1992.
Rodrigo Torres Barriga