La Noche Infinita

La Noche Infinita
RPI 133.623
ISBN 956-291-818-12003
La Noche Infinita es un proyecto que consta de dos partes. La primera está constituida por una selección de imágenes análogicas, que fueron tomadas entre los años 1989 a 2003 y que dieron cuerpo al fotolibro del mismo nombre, que fue publicado en el año 2003 y que además contaba con textos del Artista Plástico y Poeta, Germán Arestizabal, escritos especialmente para esta publicación.
La segunda parte está conformada por imágenes digitales que hasta el día de hoy, nunca han sido publicadas y que fueron tomadas entre los años 2007 a 2010. Las locaciones de las imágenes de la primera parte (la del Fotolibro de 2003) corresponden principalmente a los Barrios Bajos de Valdivia, sector que actualmente se llama Centro Sur. En aquellos años las calles de ese sector en su mayoría eran de adoquines y algunas ni siquiera estaban pavimentadas Otras locaciones utilizadas fue el barrio histórico de General Lagos y el sector de la Costanera antigua entre calle San Carlos hasta el Puente Pedro de Valdivia y el Mercado Fluvial. En la segunda parte las fotografías corresponden a Barrio Cochrane, Barrios Bajos y parte del inicio de calle Aníbal Pinto, cerca de calle Beauchef.
Presentación
Los ritmos de una ciudad, sus rostros y su alma, no siempre se adivinan en sus grandes
avenidas, en sus centros de comercio o en su vida diaria signada por
afanes y carreras
hacia el mismo
vacío, el mismo sabor a nada.
Hoy las ciudades;aún
las pobres y desprovistas de grandes lujos,
no distan
mucho de la misma estampa
anodina y aburrida. Ciudades carentes de sellos particulares, de
huellas de fortaleza y de felicidad.
Todo el
mundo hace lo mismo,
compra lo mismo,
come lo mismo.
Lo que ocurre
con el arte
es que descubre el verdadero rostro de esas ciudades. Indaga la peculiaridad y va allí, en busca de aquéllo que diga algo distinto
y, a la vez, verdadero
de esa apariencia repetida. Por ello las ciudades en Baudelaire, en Balzac, en Joyce, en Thomas Mann, en Faulkner, en Femando Botero, en Luis Fernando Peláez, en Win Wenders,
en Bergman, las ciudades
que nos revelan las obras
de arte inteligentes y sensibles son, normalmente , ciudades que, delante de nuestras narices, nos habían pasado
desapercibidas.
En estas fotografías de Rodrigo Torres
pasa algo así. Son un hallazgo. No es un fotógrafo que se da un gusto disparando a todo lo que se mueva, o a lo que ya hemos visto y nos ha gustado. Se demora un poco más en conseguir
su resultado ,
pero logra atrapar algo de ahí afuera, que pareciera que estaba dentro de nosotros, dentro de él.
La luz y la sombra, la soledad y el silencio, la viva
quietud de las noches y los invisibles rostros de calles
y parajes ensimismados.
No adultera la realidad, sino que
la espera como
un amante ansioso
pero paciente, y la toma
en su mejor momento, en su instante más íntimo y revelador. Por eso
hay belleza
en estas fotografías, porque hay también
una verdad interior,
que de alguna manera nos pertenece a todos.
Incluso a estos elementos sólo en apariencia inanimados.
Germán Sierra
Jaramillo
Coordinador de Extensión
Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia