Crónicas Metálicas
Crónicas Metálicas
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ISBN 956-299-887-8 ver Prensa
Elegía
del metal anciano
En una colección anterior
de sus magníficas fotografías, Rodrigo Torres nos enseñó el rostro nocturno de Valdivia. Con ojo de enamorado recorrió
las líneas de sus empedrados, la textura de sus
maderas nunca saciadas
de lluvia, la niebla que lentamente difumina
puentes y siluetas
en las ventanas. Con ceño de sigilosa melancolía, hoy nos conduce
de la oquedad tierna de la madera a los lugares que ocultan
el doblemente duro abandono del metal anciano.
En su vagabundeo sentimental por andenes desiertos no puede negar
que más de una vez habrá topado con algunos
de esos empecinados solitarios que desde
siempre, a fuerza de poetas de
la Frontera, se adueñaron de la nostalgia de las estaciones de provincia. Porfiados
soñadores que
en las tardes miraban perderse
detrás de las rumas de durmientes la plataforma del último carro, más allá de los álamos, más allá de la noche donde
el pitazo hendía
la sombra.
Torres detiene su angustia
en aquel moho que
un día apagó el brillo de los rieles. Su obra desea perpetuar ese penoso
momento cuando la vía
férrea, después del túnel, no desembocó en el-país de-nunca-jamás que Jorge Teillier
anhelaba en su pensión de estudiante, cuando los
trenes dejaron de
cruzar los ríos sempiternos que todavía rememora
Marino Muñoz Lagos,
desde su ensenada tan lejana, tan austral.
Sus vagones abandonados son fantasmales embarcaciones que naufragaron tierra adentro. Cabizbajo y dolido, entra
el artista en las espaciosas bodegas derruídas, trepa peldaños acometidos
por la vegetación, recorre
mudos pasillos donde antes resonaron
pregones, acecha en las órbitas vacías de las ventanillas el adiós de los pañuelos
blancos. Se pregunta hacia donde emigró la alegría de aquella
rumorosa colmena...
Rescatados de la penumbra
por la tenacidad de sus imágenes, los metales desertan la elegía, adquieren el atrevimiento de proas que
invitan a zarpar en un viaje definitivo hacia la infancia...
Luis Bocaz
Valdivia, agosto de 2005
De tiempo y metal
Hay creaciones del hombre
que pasan a ser, la mayoría de las veces, un instante
fugaz. La vivencia, la utilización, el placer de ellos puede llegar a transformarse en otra cosa o puede estancarse
y morir. ¿Qué quedó de aquella
aventura? Nada. Quizás, un ligero vahído de la memoria.
Pero, hay miradas, palabras, imágenes que algún sensible espíritu
rescata; escarba en la vaciedad de lo pretérito
para armar el fluido de la historia
e ir atando los nudos del tiempo.
Y ése es un trabajo
que Rodrigo Torres realiza con sus fotografías en blanco y negro y cuyo tema central son trenes en desuso, fragmentos de estaciones, olvido
metálico.
Sin embargo, no existe en este libro el afán nostálgico de percibir
lo perdido, aquel gesto que que dó atrapado en el abandono. Porque
el concepto no pasa por el duelo del recuerdo. La nostalgia es simplemente memoria, trabazón
temporal; en definitiva, plasmar
las huellas del hombre y, detrás de
ellas, el hombre mismo.
Las luces y las sombras
sobre locomotoras varadas, rieles enmohecidos, hileras de inútiles dur mientes, escombros de carros; están trabajadas a través de una textura
neblinosa que, lejos de provocar sentimiento de tristeza, nos lleva a la desazón de lo incierto, al óxido del pavor frente
ese cuerpo metálico -metáfora del cuerpo humano- que camina
hacia su aniquilamiento.
Y ¿qué hay, entonces, de la figura humana
concreta? Ausencia.
Excepto dos personajes que parecieran ir
- irónicamente, uno en bicicleta
y el otro, a caballo- hacia ninguna
parte. Ellos, tal los cual los trenes, permanecen estancados
en el mismo espacio
del tiempo. Aquí está presente la idea del viaje
-el tren- pero, del mítico viaje que no se realiza
jamás.
La imagen del interior de un vagón vacío, espeluznante de vacío, agrietado y derruido inquieta
por esa visión de animal ignoto que, a través de su gigantesca boca nos devora poco a poco, irreversiblemente. En
cuanto al entorno:
paraje reseco, ramas que aparecen
por entre las ventanas, bajo las ruedas; precarias hojas de precarios
arbustos cuyo tinte
grisáceo de vida armoniza
con aquellos ruinosos fragmentos.
Las imágenes de Rodrigo
Torres son -como lo indica su título- crónicas
que es necesario
ver para sentir la dura impronta del hombre moderno
y su efímera existencia.
Maha Vial
Poeta
Valdivia, agosto de 2005
Nota:
La obra completa Crónicas Metálicas fue exhibida en Valdivia en 1997 y en Medellín - Colombia en la Fundación Ferrocarril de Antioquia, en julio de 2000.
Las fotografías fueron tomadas entre los años 1995 a 1997, en la Maestranza de Temuco (Actualmente Museo Ferroviario),en la estación de trenes de Valdivia, Imperial y Carahue.